domingo

Navidad

La navidad siempre había sido mi fecha favorita del año. Aún más que mi cumpleaños, y eso ya es decir mucho.
Siempre hemos pasado la navidad en familia, con la familia de mi papá, primos, primas de mi edad, todo era fantástico. Mis regalos "llegaban" allá y mis primas y yo no dormíamos por buscar los regalos y abrirlos al instante.
Un año, en casa de una tía, se apagaron las luces, se escuchó la risa de Santa Clós (seguro eran mis primos o mis hermanos) y en un acto tan sigiloso que aún admiro, lograron que todos los regalos llegaran abajo del arbol  sin que las tres niñas pudieramos darnos cuenta. Mi favorito de ese año: un perrito dálmata.

Otro año, un primo vivía con nosotros. Se llamaba Rafa y estaba haciendo una Maestría en ing. Civil. Ese año recibí una Casa de muñecas de madera, pintada en blanco y rosa, un león, mil cosas.; David, una bicicleta (que le robaron a los pocos meses, admitiré).

También en alguna navidad recibí un microhornito, un pizarrón mágico, una casa de mi tamaño, una bicicleta.

La primera navidad después que murió mi abuelo, inconscientemente en la mesa se guardó su lugar. Se quedó vacío y no reparamos hasta servir los platos.

Creciendo, poco a poco, todo se torna más y más aburrido.

Este año las cosas se sentían diferente; a uno le invade una extraña melancolía cuando se da cuenta que es CASI seguro que esta, sea la última que se pasa así, con esas personas. Duele un poco, y no, no es falsa moral.

Desde luego, uno espera que no sea así, pero no puede evitarse y por eso es mejor tratar de pasarla bien, de disfrutarlo un poquito, a la manera de ellos, los que pueden irse.

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